¿Tú, alguna vez te has aferrado a algo con tanta fuerza que te ha causado más dolor que alegría, desde objetos materiales hasta relaciones personales? Todos hemos experimentado ese nudo en el estómago cuando pensamos en perder algo que consideramos nuestro o a alguien que queremos.
Esa sensación se llama apego y es tan natural como humana. Sin embargo, cuando se vuelve demasiado intensa, puede convertirse en una terrible carga emocional que nos abruma y limita severamente la capacidad de ser felices.
¿Qué son los apegos exactamente?
Los apegos son vínculos emocionales intensos que establecemos con personas, objetos, ideas, o emociones. Este vínculo, cuando se vuelve excesivo, puede convertirse en una carga terrible en nuestra vida diaria.
En este artículo, exploramos distintos tipos de apegos, veremos cómo nos afectan y descubriremos cómo podemos comenzar a liberarnos de ellos para vivir una vida más plena y más feliz.
Tipos de Apego
Los apegos puede manifestarse de muchas maneras, aquí van cuatro de los más comunes:
Apego a objetos: A veces, nos apegamos tanto a objetos materiales que les atribuimos un valor sentimental que va más allá de su utilidad. Si bien es cierto que algunos objetos pueden convertirse en una fuente de confort y seguridad, el apego excesivo puede volverse una carga y generar acumulación. Por supuesto hay objetos que podemos atesorar por su valor emocional, pero ¡no todo! Como siempre el equilibrio es lo más importante. Piensa que no es lo mismo que guardes con cariño unos aretes que eran de tu abuela, a que no puedas desprenderte de la carriola de cuando tu hijo era bebé, aunque ya no la uses y estorbe. Todos caemos en esa trampa muy fácilmente. Si crees que tú no eres así, dale una mirada a tu closet. ¿Hace cuanto que ya no te pones la mayoría de la ropa que está colgada ahí?
Apego a personas: El apego a personas es uno de los más comunes y complejos. Ya sea en relaciones románticas, familiares o amistades, un apego intenso puede generar codependencia, celos y miedo a la pérdida. La necesidad constante de aprobación o la dificultad para aceptar la individualidad del otro son señales de este tipo de apego. Este es un tema muy delicado porque nos puede llevar a confundir amor con apego, y esa es una receta perfecta para sufrir. Si te das cuenta, en nuestra manera de hablar aceptamos frases que de fondo son muy fuertes y que reflejan lo que en verdad sentimos Por ejemplo, cuando decimos “yo no puedo vivir sin esta persona” ¿Qué es lo que estamos diciendo en realidad? Podemos amar profundamente a nuestra pareja y disfrutar mucho estar a su lado, pero no podemos nunca olvidar que somos individuos y que nuestro crecimiento es personal. Si verdaderamente dependemos de la otra persona para existir, ¿eso es amor o es apego?
Apego a ideas y creencias: Muchas veces nos apegamos a ideas fijas sobre nosotros mismos, sobre el mundo o sobre cómo las cosas deberían ser. Estas creencias pueden impedirnos experimentar nuevas cosas y crecer como personas. El apego a una determinada tradición, filosofía de vida o ideología política, por ejemplo, puede ser un obstáculo para la apertura a nuevas perspectivas. Todos estamos creciendo constantemente y el mundo a nuestro alrededor cambia permanentemente. Imagina que vas viendo la vida desde la ventana de un tren en movimiento. Lo que ves ahora no es lo mismo que lo que veías hace una hora, ni lo que verás después. Todo cambia y por ello no podemos apegarnos a una sola manera de pensar. Mucha gente encuentra consuelo en decir “yo soy así y no voy a cambiar nunca”. Desafortunadamente eso es imposible. Todos crecemos y, nos guste o no, cambiamos.
Apego a emociones: ¡Este tipo de apego es una trampa terrible! Nos aferramos a emociones negativas como el enojo, la tristeza o el resentimiento. Vivimos reviviéndolas constantemente en nuestra mente. Este apego puede convertirse en una causa de sufrimiento crónico y complicar mucho nuestras relaciones personales. Ejemplos hay muchos. Seguramente te ha tocado ir a una de esas bodas en la que los papás de la novia, que se divorciaron hace más de 20 años, no son capaces ni de tomarse una foto todos juntos. O tal vez conoces a alguien que encuentra siempre como quejarse de la empresa en la que trabajaba antes porque la trataron mal. Este tipo de apego hacen que mucha gente escuche el prefijo “ex” y se le suma el estómago. ¿Te suena conocido?
Consecuencias del Apego
El apego excesivo puede tener consecuencias muy negativas en nuestra vida:
Sufrimiento emocional: El miedo a la pérdida, la ansiedad, la tristeza y la soledad son emociones comunes en personas con apegos intensos. La dificultad en lidiar con la incertidumbre y el cambio puede generar un sufrimiento crónico. Vivimos con tanto miedo al cambio que dejamos de disfrutar lo que no queremos que cambie… Absurdo ¿no?
Limitación personal: El apego impide que exploremos nuevas posibilidades y que vivamos experiencias auténticas. La necesidad de controlar todo y la resistencia al cambio nos mantienen presos del pasado. Un muy buen ejemplo de esto es el trabajo. Obviamente todos queremos tener seguridad laboral y estabilidad económica, pero no es lo mismo cuidar nuestro empleo que aferrarnos a él y no darnos nunca permiso de explorar nuevas oportunidades. En este mundo hay mucho por aprender y cada vez hay actividades más interesantes. Además, la mayoría de las veces en un cambio de trabajo es en donde hay mayor posibilidad de conseguir un aumento de sueldo y de renovar el entusiasmo por lo que hacemos.
Problemas en las relaciones: El apego excesivo puede generar conflictos, desconfianza y dependencia en nuestras relaciones. La dificultad en establecer límites y la necesidad constante de aprobación pueden alejar a las personas que amamos. Nuevamente aquí se cumple lo que decíamos antes. El miedo obsesivo a perder a alguien nos puede hacer actuar de una manera que provoque que la persona se aleje de nosotros.
La importancia de liberarnos
Por todo lo que hemos discutido anteriormente, aprender a liberarnos de los apegos nos permite vivir una vida más plena y significativa. Al desapegarnos, ganamos:
Libertad: Para poder ser quienes verdaderamente somos, para hacer nuestras propias elecciones y para seguir nuestros sueños.
Paz interior: Esa sensación de ligereza y tranquilidad que surge cuando dejamos de aferrarnos al pasado.
Crecimiento personal: La oportunidad de aprender, evolucionar y expandir nuestros horizontes.
Mejores relaciones: El poder construir relaciones más saludables y auténticas.
¿Cómo empezar a soltar?
Concientización: El primer paso es reconocer nuestros apegos y entender cómo nos afectan.
Aceptar el cambio: La vida está en constante movimiento. Aceptar que las cosas cambian y que la pérdida es parte de la vida es fundamental.
Practicar la gratitud: Agradecer por lo que tenemos y por las experiencias que hemos vivido nos ayuda a valorar el presente.
Disfrutar el presente: La meditación y otras prácticas de relajación nos pueden ayudar a vivir en el momento presente y a reducir la ansiedad sobre el pasado y el futuro.
Aprender a soltar no es fácil, pero los beneficios son inmensos. Al desapegarnos de lo que ya no nos sirve, abrimos espacio para nuevas experiencias y oportunidades. No te desesperes si te cuesta trabajo. Todo es un proceso y si cada día te sientes un poco mejor valdrá la pena el esfuerzo. Recuerda, la felicidad no se encuentra en aferrarse a las cosas, sino en apreciar el presente y en dejar fluir la vida.
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